Todos pueden festejar. Pero también todos deberán revisar sus números y analizarlos. Si algo quedó claro este domingo es que ganar la Presidencia de la Nación será una tarea compleja, ardua y extenuante para quien lo haga. Daniel Scioli salvó la ropa al alcanzar el casi 38% y ganar la elección. Macri con Cambiemos pudo superar el mágico 30% y Sergio Massa como UNA el 20%. Cada uno alcanzó su objetivo, han hecho las cosas mejor que peor, pero los tres saben que deberán renovar sus campañas y discursos si quieren seguir creciendo.
Observando los números fríos queda claro que Mauricio Macri acertó al conformar la alianza Cambiemos con el radicalismo y Elisa Carrio: le permitió acrecentar su cosecha personal en casi 6 puntos nacionales. Pero es insuficiente si el líder PRO quiere ganar la presidencia.
Por eso en el hecho político más importante que provocaron las elecciones de ayer, o mejor dicho su primera consecuencia importante, es el blanqueo de las conversaciones entre Macri y el resucitado Sergio Massa. El jefe de Gobierno porteño habló por teléfono anoche con el líder renovador en principio para felicitarse. En realidad, para recoger el guante de la invitación que Massa le hizo a él y a Stolbizer para sentarse a dialogar.
Con una claridad meridiana Massa dejó en claro delante los micrófonos qué podía aporte el Frente Renovador: “Tenemos ideas, proyectos y equipos”. Su invitación de anoche tiene un doble sentido: promover una mesa de negociación sobre todo con PRO, en condiciones y con consecuencias prácticas hoy desconocidas, pero por otro lado dejar en claro que hará todo lo que tenga a su alcance para lograr un “acuerdo político” que impida una nueva victoria peronista.
Algo así como “hice todo lo posible” y si el peronismo vuelve a ganar no será por mi responsabilidad. Mientras tanto dice ‘aquí estoy, no me polarizaron como pronosticaban y sigo en carrera’. Con un detalle: quien negocie con UNA, sea Cambiemos o el propio peronismo, no deberá dejar fuera de la conversación a José Manuel de la Sota, que hizo una elección mucho mejor de lo esperado.
Hay muchos dirigentes en PRO y no solo su arquitecto político Emilio Monzó que ahora están convencidos de que un acuerdo con el Frente Renovador es necesario para ganar. Por más que falten más de dos meses y medio para la primera vuelta, el macrismo y el massismo no tienen mucho tiempo. Y menos si el resultado será el de junio. Massa sostiene que Macri está más arrepentido que él en no haber alcanzado un acuerdo en el cierre de las listas.
Los números dan la razón a los acuerdistas: si ayer hubiera habido una gran PASO opositora, se habrían quedado con la elección nacional y la gobernación bonaerense. Scioli logró superar el 38% y, aunque muchos kirchneristas y peronistas soñaban al principio de la campaña con un número mayor, las encuestas de la última semana les habían moderado el desmesurado optimismo. Los siete puntos de ventaja sobre Cambiemos y los 13 puntos sobre Macri como candidatos individuales le devolvieron el alma al cuerpo a un sciolismo que en algún momento de la madrugada temió peores números.
Sienten que la victoria depende de ellos, pero que deberán cambiar algunas directrices de la campaña. La derrota de Máximo Kirchner en Santa Cruz, si bien debe ser interpretada en términos locales, también avala las teorías de que anida un fuerte antikirchnerismo en amplios sectores de la sociedad.
La plasticidad de Scioli está puesta a prueba como nunca antes. Dependerá de él tomar el definitivo rumbo y control de la campaña. El sábado trascendió que la primera consecuencia de los resultados sería que el candidato, por fin, se dedicará a los votantes independientes y que cada vez habrá menos ingredientes K en el proselitismo sciolista.
“Si algo caracteriza al espacio al que pertenezco es la diversidad”, explicaba esta mañana Scioli. Una interpretación de lo que es el Frente para la Victoria muy alejada de lo que ha sido el kirchnerismo en el ejercicio del poder, donde la heterogeneidad no abundó mucho en estos 12 años.
Scioli tiene la responsabilidad de llevar al peronismo a una nueva victoria en un escenario inédito en relación con lo que han sido las elecciones presidenciales en los últimos 15 años. La crisis del 2001 -y su consecuencia, la virtual desaparición del radicalismo- le había venido quitando al peronismo la necesidad de tener que enfrentarse a una oposición competitiva.
Nació una alianza, Cambiemos, con eje en un nuevo partido y líder, PRO, con base en la Capital y que ayudado más por votantes que por estructura radical, ganó Mendoza, peleó Córdoba e hizo una en elección mucho mejor a la esperada en la provincia de Buenos Aires. Y, por otro lado, emergió un peronismo disidente encabezado por un dirigente que pagó cara su juventud, pero que después de haber superado cientos de obstáculos demostró que está vivo y que la polarización a las PASO todavía no llegó, entre otras razones, también por la elección de De la Sota.
A Scioli le faltan 7 puntos para ganar en primera vuelta. A Macri con Cambiemos casi 15. A Massa más del doble que los votos de su UNA: 25. Depende de ellos encontrar el mejor camino para ganar esos puntos y convertirse en el sucesor de Cristina Kirchner. Por Fabián Doman