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La vieja y la nueva Cuba : dos países que se enfrentan a un mismo desafío

02.02.2015 | La realidad de la isla, con cuentapropistas dispuestos a aprovechar la “actualización” del sistema socialista emprendida por Raúl Castro, convive con las libretas de racionamiento y las consignas revolucionarias pintadas en las calles de La Habana; ese contraste desaparece bajo el optimismo que todos los cubanos muestran por el gradual deshielo de la relación con EE.UU.

Cuba se enfrenta hoy a su hora de la verdad “antes que anochezca”. El título de la desgarradora biografía de Reinaldo Arenas ilustra los tiempos que corren en esta isla perdida en el mar y en el tiempo. Hoy, 56 años después del triunfo de la revolución, toca cambiar o morir.

Los “cambios estructurales y de concepto”, anunciados por Raúl Castro tras heredar el poder de su hermano Fidel, sitúan a la isla frente a su propio espejo. Y lo que se ve en el laberinto nacional son dos Cubas de contrastes extraordinarios, pero que comparten las mismas calles, en un país que se dedicó al arte de hacer ruinas.

Por un lado, la nueva Cuba, pujante, dispuesta a aprovechar la “actualización” del sistena socialista y alentada por el histórico deshielo con Estados Unidos. Por otro, la vieja, la de la libreta de racionamiento, los eternos autos norteamericanos y las consignas revolucionarias que gritan en las paredes.

Y entre una y otra, las reformas, donde algunos encuentran similitudes con la China de los 80: los cubanos ya pueden comprar celulares y autos, aunque sus precios son inalcanzables. Se pueden hospedar en hoteles, cuyas habitaciones sólo son para los más privilegiados. Se repartieron tierras que no producían (más del 80%) entre agricultores aplastados por la burocracia.

Ahora incluso pueden vender sus departamentos cuando antes, como mucho, conseguían permuta. Sobre Cuba vuelan las mismas sombras de casi siempre y algunas luces que comienzan a aparecer, encendidas por la esperanza de 11 millones de habitantes. El histórico deshielo entre Estados Unidos y el gobierno de Raúl ha llevado hasta sus calles un optimismo exacerbado que casi todos comparten. Hay excepciones, por supuesto.

“Los cubanos tenemos una cosa, no sé si es buena o mala: nos reímos de todo, incluso de nuestra vida desgracia.” Luis Fernández cumplió 88 años, la misma edad del oculto Fidel, que hace un año que no aparece en público. Cada una de sus palabras desborda dignidad. “Esto está imposible, pero ahora la gente piensa que en unos días estaremos mascando chicle y fumando Camel”, reflexiona el anciano de camino a la bodega, a donde acude armado de su libreta de racionamiento.

Con el estómago vacío y los bolsillos llenos de hastío. Es uno de los miles de cubanos que depende de la vieja cartilla para sobrevivir, pese a su anoréxica oferta: arroz, picadillo de soja, un líquido que aseguran es aceite, algo de pollo?
“Siento que salimos de una pesadilla”, describió Leonardo Padura, escritor empeñado en buscar “una luz al final del túnel” a sabiendas de que no hay ninguna “lámpara mágica”.
El viaje por La Habana de hoy nos lleva al cine Yara, el más famoso de la ciudad, donde dan una película cubana, Contigo, pan y cebolla, de Juan Carlos Cremata. Una inocente comedia situada en los años 50 y que refleja problemas muy parecidos a los actuales. “Esperanza para el futuro, pero ¿cuándo llega ese futuro?”, se cuestiona uno de los personajes.

A dos cuadras, en dirección al Malecón, acaban de inaugurar el bar restaurante Havana 21. Sus propietarios no esperaron al futuro, fueron directamente a buscarlo.
“Es el momento de invertir en este negocio, «todo pa’ frente», como decimos los cubanos”, asegura Richard, de 47 años, uno de sus propietarios. Él, su socio y alguno de sus empleados forman parte del grupo de 178.000 cuentapropistas que este año deberán pagar sus impuestos, aunque más de 400.000 ya tienen licencia para ello.

Son trabajadores que levantaron su propio negocio o que forman parte de él: taxistas privados, cafeterías, paladares [restaurantes de cuentapropistas], gimnasios, arrendatarios de vivienda, relojeros, vendedores ambulantes, manicuras, artesanos, lavacoches, salones de belleza, fotógrafos, peluqueros y así hasta un centenar de oficios.

La apertura al capitalismo más importante realizada en Cuba, que se inició en los 90 durante el “período especial”, pero que ahora se multiplicó con Raúl, empeñado en salvar a su sistema de la quiebra.
“Soy un superviviente de la guerra de Angola, del Mariel, del período especial y de la cosa esa que vino después [en referencia a la «actualización»]”, se mofa el matazombis de Juan de los Muertos, la película más aclamada de la nueva era.

El cuentapropista más especial de la miniapertura capitalista de Raúl. Un film que parece una metáfora, y que se incluye en los “paquetes” que se venden en distintos rincones de La Habana. Se trata de memorias USB, con series, películas y partidos de fútbol en su interior. Al cubano no le gusta su televisión ideológica, sólo ve las telenovelas.

Y por ello se divierte con programación pirateada de la prohibida televisión por cable, incluidos los partidos de fútbol, porque el béisbol dejó de ser el deporte rey. Los caprichos de la globalización llegan hasta las paredes de la ciudad, donde los seguidores de Lionel Messi disputan sus espacios a los fans de Cristiano Ronaldo.

Caminando la nueva Cuba llegamos hasta los dominios de Francisco Valido González, de 48 años, uno de los líderes de los taxis ruteros, “una cooperativa a la fuerza de 106 socios y 46 guaguas [ómnibus]” que cubre rutas desde Alamar hasta Santiago de las Vegas.

“Si no tomábamos la oferta del Estado, nos íbamos a nuestras casas. Pero es un engaño y un fracaso”, asegura un trabajador, que para salvarse del desempleo que afectó a más de un millón de cubanos tras los recortes de Raúl padece hoy en un “régimen de esclavitud”. Conduce vehículos de sexta mano, cuya tres cuartas partes de la recaudación van para el combustible. Las piezas que se van rompiendo se compran al Estado. De los 46 vehículos, sólo 15 están trabajando en un sector muy criticado por la población.

LA LUCHA OBRERA
Siguiendo los llamados “lineamientos” de Raúl, que promueven la crítica dentro del sistema, Valido inició una cruzada para impulsar un movimiento de cuentapropistas. “Quiero formar un sindicato independiente, muchas personas me siguen en mi lucha obrera por unificarnos en esta nueva Cuba”, clama el chofer, que ha sido calificado de “contrarrevolucionario”.

Estos cuentapropistas pagan hoy 28 dólares mensuales más un 10% de los ingresos anuales mientras esperan el desembarco de los turistas estadounidenses, que no llegaron a 100.000 en el total de tres millones que vinieron en 2014. “Son entre 5000 y 6000 en La Habana”, contabiliza el creador de una de las web más poderosas del sector.Rosita conoce bien la microeconomía creada en torno a las casas para extranjeros.

Ella prepara los desayunos a cuatro dólares en un edificio de Vedado con cinco departamentos para alquilar, a 30 dólares la noche. Otro vecino se convierte en botero (taxista) improvisado en el viaje entre la vieja y la nueva realidad, que nos lleva a las inmediaciones del Cine Chaplin, donde se destaca UltraCell, otro de los negocios más prósperos: los agentes de telecomunicaciones.

“Reparamos celulares, actualizamos sistemas, instalamos aplicaciones”, recita uno de los socios, quien reconoce que “todo es de importación: o se trae o lo compramos aquí a gente que lo trae de afuera”. 
La marca favorita de los cubanos es Samsung y la aplicación de moda ConoceCuba, una interesante guía de la capital.

Así llegamos hasta cerca del cementerio, donde se levanta otro nuevo negocio: La Isla Inmobiliaria. Tras medio siglo de prohibición, las casas se vuelven a vender, y todo el que quiere marcharse al exterior o necesita el dinero para montar un negocio pone su vivienda en venta.
El recorrido por la Cuba de hoy acaba a unos pocos metros, donde un anciano vende la revista Bohemia.
(Fuente La Nación)

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